MARIO VARGAS LLOSA: "ESPERO QUE ME LO HAYAN DADO POR MI OBRA LITERARIA"
"Varguitas", su vida dio un giro de 90 grados
El escritor obtuvo el máximo galardón. Ayer se anunció en Suecia que el ganador es el narrador peruano, piedra fundamental del “boom” latinoamericano de los años sesenta y activo participante en los debates políticos del presente.
Ayer a la mañana, la página web de la Academia Sueca mostraba un contador que hacía pasar uno a uno los minutos que faltaban para la consagración. Mirada con atención, esa cuenta regresiva fue desde siempre la operación dominante de los que resguardaban ese tesoro que es el secreto del Nobel.
“¿Quién será?” La pregunta se leía, con mayor o menor insistencia, en los diarios y los portales del mundo cultural, y la Academia Sueca dejaba como única respuesta la espera.
Del otro lado del mapa, el despertador de Mario Vargas Llosa sonaba a las cinco de la mañana y el novelista de levantaba para preparar una clase que iba a dar en Princeton sobre la obra de Borges. Ironías del destino: mientras subrayaba la obra del gran ausente en la lista de los premiados, recibe el llamado de Peter Englund, presidente del jurado, y se entera de que a partir de ahora todo va a cambiar para él.
“Me da un poco de vergüenza recibir el Nobel que no recibió Borges”, diría después. Además de engrosar su cuenta bancaria con 1.5 millones de dólares, su vida se va a convertir en un frenesí de llamados, su cara va a ilustrar las portadas del mundo y sus libros se van a reimprimir con esa faja que solo tienen los socios de ese círculo selecto.
Las primeras declaraciones del peruano buscaron, sin embargo, conjurar esos fantasmas: “No va a cambiar lo que soy, tengo 74 años, tengo un mundo, una orientación, ideas, ilusión, y eso no va a cambiar, va a complicar un poco más mi vida, pero no me voy a quejar”.
Quizás por el desfasaje horario, como si todavía lo estuviera trabajando el sueño, al principio no lo creyó. “Pensé que era una broma”, aseguró. La paranoia tenía un asidero. Su hijo Alvaro dijo que “hace muchos años alguien, al parecer un periodista, se hizo pasar por sueco para anunciarle que había ganado el Nobel”. Por eso tardó en reaccionar, no se vaya a tratar de otro chascarrillo.
Si bien los críticos y los lectores se harán cargo de desentrañar las razones del premio, los responsables del Nobel dieron cuenta así de su elección: “Por su cartografía de estructuras de poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, sublevación y derrota”. No dice mucho, al tiempo que lo dice todo. El Nobel de Literatura es un premio históricamente asociado con los guiños políticos : la intervención de un escritor en los debates sociales de su época puede ser determinante a la hora de definir una candidatura. La frase del jurado parece ir por ese lado. Sin embargo, Peter Englund dio luego razones más descontracturadas: “Tiene varias obras maestras en relatos porque esencialmente es un narrador, un cuentista. Dios mío ¡qué narrador!”.
Sería lindo armar una historia de cómo cada premiado recibe la noticia. Dónde estaban, qué dijeron; una historia de cómo la consagración arma su propia puesta en escena. Doris Lessing, en 2007, recibió a la prensa sentada en las escaleras de su casa de siempre. Era una gran madre, llena de ternura y de piedad, ofreciendo chocolatada y bizcochos a los fotógrafos. Vargas Llosa, fiel a su estilo, dio una conferencia multilingüe en un gran auditorio en Nueva York. Allí dijo que “es un premio literario y espero que me lo hayan dado más por mi obra literaria que por mis opiniones políticas.
Ahora, si mis opiniones políticas, en defensa de la democracia y la libertad, y en contra de las dictaduras, han sido tenidas en cuenta, pues en buena hora. Me alegro”. En ese sentido, agregó que va a “seguir escribiendo sobre lo que más me estimula y defendiendo las ideas que tengo, la democracia y la opción liberal, así como con las críticas a toda forma de autoritarismo, a toda ideología que crea exclusión, discriminación”.
Por lo demás, el nombre de Vargas Llosa se venía repitiendo como una letanía año tras año, y era hace mas de una década una fija para el Nobel. Cuando le preguntaban por su aparición en esas clásicas listas de rumores prefería correrse del centro de la expectativa, argumentando con un silogismo incuestionable: por un lado está la escritura, por el otro los premios. Sin embargo, Mario ya era un veterano en esto de los galardones.
Se alzó con el Rómulo Gallegos, el Príncipe de Asturias y el Cervantes entre otros. Salvando algunas excepciones, el Nobel exige tácitamente un curriculum cargado de previas consagraciones, como si buscaran un autor sobre el que ya se ha sentado una jurisprudencia.
Por eso, es difícil creer del todo ese supuesto desinterés de Vargas Llosa por el premio de los premios. Ayer, en alguna tanda de declaraciones, dijo: “Creía que había sido completamente olvidado por la Academia, ni siquiera sabía que el premio se entregaba este mes”. Quién sabe. Por lo pronto, cuando salga en un mes su próxima novela, las mesas de novedades se van a inundar con el nuevo Nobel latinoamericano, el primero desde Octavio Paz en 1990, y la página de la Academia Sueca podrá volver a poner en punta su trepidante cronómetro.
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